lunes, 22 de diciembre de 2008

María “Pascuala”, una historia para contar

Vecinos de María “Pascuala”, conocidos y amigos de toda la vida hablan de ella con risas y buenas historias, este personaje ha vivido alegrías y momentos de felicidad, pero en su largo camino han sido más las tristezas que ha tenido que soportar.


“Yo soy María Correa Correa Correa Correa casi cuero, más conocida como María la Loca”, dice. Pero sin virginidad pues cuando se casó con Salvador Correa “El caratejo”, ella se masturbaba con velas y otros objetos desde los 14 años de edad y se atreve a afirmar que “estaba más ancha que el río Caldas”.

Con esto y mucho más, es imposible no auscultar la autenticidad de María de Los Dolores Correa, más conocida en el municipio de Caldas Antioquia, como “María Pascuala” o María “La Loca”. Más que un personaje, es una gran leyenda que vale la pena contar, su larga vida y su simple presencia incitan a saber más de ella.

En la población ronda un dicho como “no hay Correa bruto”, al referirse a la Familia Correa Correa y más, a Ramón José, hermano de María “Pascuala” por la fuerza bruta que profesaba, ya que con los dientes cogía una mesa con cervezas encima y no dejaba caer ninguna.

Con la idea de conocer éstas y muchas más historias, decidimos un domingo soleado, viajar hasta el lugar habitado por nuestro personaje, llegamos hasta “La Carrilera”, nombre que hace alusión al Ferrocarril de Antioquia que por allí algún día pasó y después, abordamos el camino Calvario de Oscar Correa que nos conduciría a la casa de María “Pascuala”, en la Vereda Mandalay, a todos sus grandes recuerdos y anécdotas. Antes de llegar a su humilde vivienda, nos encontramos una cruz blanca con el nombre de Oscar Correa, es nada más y nada menos que un calvario, donde María “Pascuala” halló a uno de sus nietos muerto, el 4 de octubre de 1992.

Llegar era nuestra mayor ansiedad, conocer al personaje del qué tanto hablamos, indagamos e investigamos; después de andar por pantano, nos recibieron una docena de perros, que nos ladraban sin parar, de repente sale una señora, pensamos, “uhhh, nuestro personaje…” pero quien estaba en frente de nosotros era la nuera Gabriela y también sobrina, de María y de su esposo Salvador Correa “el Caratejo”, éste también es primo segundo de María, es decir, todo quedó en familia; Gabriela con voz gruesa nos saludó, le preguntamos por María, nos respondió que estaba en el pueblo, así, nuestra ansiedad aumentaba, pero lo único que tocaba era esperar.

La espera se hizo un poco más amena, José Ignacio, más conocido como “Josepo” nuestro contacto con María y también primo tercero, nos contaba sus historias y anécdotas vividas en aquella casa, mientras que esperábamos a que María “Pascuala” llegara. La tarde empezó a oscurecerse, pero igual teníamos muy presente que esto nos ocurriría, ¿por qué, qué día no llueve en Caldas?, su apodo de Cielo roto, se estaba reflejando y nosotros sólo pensábamos, ¿cómo vamos a salir de aquí?, no había luz de luna llena que nos iluminara el camino de regreso, pero cuando uno se enamora realmente de un personaje y su historia lo demás no importa, así llueva, truene o relampagueé.

Era la primera vez que visitábamos su humilde vivienda, sólo atisbábamos a lo lejos casas, verdes montañas y un hermoso arco iris que se reflejaba en esa tarde lluviosa, sentadas mirando el horizonte, refrescábamos la imagen que teníamos de ella, por medio de las fotografías que “Josepo” nos había mostrado unas horas antes y a su vez organizábamos la forma cómo queríamos comenzar la entrevista, por la que tanto habíamos esperado.

Faltando unos minutos para las cinco de la tarde nos inquietaba la idea de que María “Pascuala” no llegara, entre nosotras comentábamos que era mejor regresar otro día, el tiempo no se hacia querer para todas las cosas que teníamos planeadas, es que este personaje nos llenaba de inquietudes y de mucha ansiedad. Sabíamos que estábamos muy bien documentadas para la entrevista, por los datos acumulados y por las visitas realizadas a personajes del municipio de Caldas, como Carlos Mejía, Ramón Posada, Oscar Botero, Jorge Iván Correa, entre otros que nos abrieron las puertas de sus casas para contarnos un poco del pasado de nuestro personaje.

Pasaron algunos minutos, cuando en el filo de la montaña, vímos a María “Pascuala” con un traje negro que traía puesto y un costal, se alegró nuestra alma, le dijimos a “Josepo” ”ya viene María“ y con nuestros dedos apuntamos al sitio donde estaba parada, “Josepo” de inmediato llamó a Carlos, uno de sus nietos e hijo de Gabriela, que vive con ella en su casa, éste salió a su encuentro, en medio de la lluvia, que estaba empezando a caer.

Por lo general, cuando María “Pascuala” llega al filo, grita para que vayan a su encuentro y le recojan los “gorditos” que trae del pueblo, para su alimentación diaria. Algunos moradores atinan a decir, que ella no tiene necesidad de pedir limosna, porque tiene algunos ahorros en el banco y algunas propiedades que le dejó como herencia Paulina, su hermana ya muerta. Aquí cabe el adagio popular “nadie sabe para quien trabaja”, muchas personas han llegado a la vida de Pascuala disfrazados de ovejas mansas para quitarle tierras y pertenencias, tierra que tristemente en el cementerio nos sobrará, pero que aquí en vida terrenal muchos se pelean.

Mientras que ella subía el camino, llegó Carlos con la buena nueva, bueno, ni tanto, dijo “que venía con tragos encima” porque a María “Pascuala” le encanta el aguardiente, como medicina para mitigar el dolor. Nos habían advertido que para la visita como requisito primordial es llevarle “el guaro”. Era buena nueva, porque pensamos que a lo mejor, con su estado, era más fácil que nos contara sus grandes historias, que se tejen de su vida.

Vimos a lo lejos cuando abrió la cerca que rodea la casa, con el bastón, con sus botas elegantes, vestido negro y puntos blancos, collares, pulseras y sus gafas bien puestas, nos mira a medida que va subiendo. “Josepo”, empieza a disparar su cámara, Gabriela le dice, “aquí está su novio”, en tono de molestarla, María “Pascuala” continúa su caminata en medio del pantano a pesar de su estado de embriaguez, no mucho, pero no estaba sobria. En el pueblo las personas le ofrecen licor y ella ni corta, ni perezosa lo recibe, ella va mirando a la cámara y dice, “¡que un Correa no es capaz!, oiga…”, entendimos que se refería a la subida de la loma y el camino de pantano, su apoyo inmediato, el bastón. Luego “Josepo” le extiende su mano para ayudarle a pasar los cuatro pasos que aún le faltaban.

Sin dudarlo por un momento, María “Pascuala” se sentó al lado de nosotros en su silla, rodeada de sus perros pulgosos y unos gatos velones, con una cercanía como sí nos conociéramos de mucho tiempo atrás. Esto gracias a que nuestro acompañante “Josepo” es una persona que quiere con toda su alma; sin preámbulos empieza a contar la historia del día, de las personas que se encontró en el pueblo y de lo que le regalaron.

Con la firme intención de entrevistarla, pasamos a ser entrevistadas, María “Pascuala” empieza a preguntar el apellido de cada uno de sus visitantes y esta vez no iba a ser la excepción, trata de sacar el parentesco o la cercanía con su familia Correa que es bien numerosa; la familia conformada por María de las Mercedes Correa y José Antonio Correa Arango sus padres ya muertos, es conocida su descendencia como “Los pascuales” y los 5 hijos del matrimonio son conocidos como “Los locos pascuales”. María es de esa generación, sus hermanos fueron arrieros y su hermana Paulina “era muy inteligente, buena moza y solamente cuidaba la fortuna”, según María “Pascuala”, mientras que ella se dedicaba a pelear. Además, asegura que Pablo Escobar es familiar lejano, siendo primo tercero de sus padres y añadió que “Pablo Escobar, era un hombre muy rico y lo asesinaron cogiendo un bus”, las condiciones en que murió este hombre fueron muy distintas, entonces, esta hipótesis no tomó fuerza ya que la única persona que lo referenció fue ella.

María “Pascuala” es una persona, que en sus ojos se ve el cansancio de su edad, en sus arrugas se ve el trasegar por la vida, en sus canas más que su edad, se ve la blancura y la espontaneidad con que hace sus cosas, según ella “lleva 88 años de ver sufrir”, de ver que al pasar de los años se fue quedando sola. A ciencia cierta no sabemos cuanto años tiene, en realidad unos dicen que 91, otros aseguran que tienen más de 100, no tiene cédula de ciudadanía, pero a pesar de esto, podemos dar testimonio que María es un roble, sus tantos años que tenga, la alientan cada día para hacer sus actividades como si la edad no le perturbara.

uerdos los mantiene intactos, al lado de su cama guarda parte de los restos óseos de Carlos Enrique, Pedro Luis y Ramón José los hijos ya muertos, de dos de cuatro nietos y el esposo Salvador “el Caratejo”, como el cráneo y algunos huesitos, que tomó del cementerio, cuando exhumaron los cuerpos de sus seres queridos.

María “Pascuala”, montaba a caballo, con un pañuelo blanco amarrado en la cabeza, se bajaba de su fiel compañero de travesuras, sin ningún problema e impedimento, aunque algunos piensan, que era demasiado “vieja” para esas andanzas. Así, como cuando se toma los aguardientes con un ritual extraño, coge la copa, se toma el trago, frota la base de ésta en su cabeza y el último sorbo lo deja allí.

Entre ires y venires, son muchas las leyendas que se tejen alrededor de su vida, varias personas de la población aseguran que su padre José Antonio, ofreció a Paulina y a ella a Enrique Olaya Herrera, en una visita que hizo al municipio de Caldas, María “Pascuala” asegura con vehemencia que a éste lo conoció por medio de una fotografía que le regaló Don Enrique Posada, donde se encontraba Alberto Lleras Camargo, Julio César Turbay Ayala, Alfonso López Michelsen, Jorge Eliécer Gaitán Ayala y el mismo Enrique Olaya Herrera, afirma que quien conoció a Olaya Herrera fue su hermana Paulina; a pesar de que su familia fue liberal ferviente, lo de su ofrecimiento se queda en simples leyendas y rumores, que se hacen alrededor de su vida.

Ver a María “Pascuala”, es ver que el tiempo pasa y sólo quedan los recuerdos, las experiencias, el aprendizaje y en ella más acentuada la soledad, la tristeza y por momentos la alegría, como ella misma dice “María va, María viene y en el mismo punto se mantiene”, lo dirá porque a pesar de su edad, le gusta la marihuana y cultiva una que otra mata en su casa, hace algún tiempo que no la consume por que la última vez que lo hizo, alucinó con un cementerio de donde la llamaban persistentemente y desde ese momento, prometió no volver a hacerlo.

Nuestra visita terminó, con el inmenso anhelo de que nos tomáramos una aguapanelita caliente o con unos gorditos que ella nos fritaría, pero el encanto de nuestro personaje, nos encantó tanto que ni siquiera hambre nos dio.